
Daniel Onega, en el césped de El Arcángel en 2017 / MADERO CUBERO (CORDÓPOLIS)
En verano de 1973 llegaron a Córdoba dos futbolistas argentinos para vestir de blanquiverde. Uno fue Jorge Eduardo Dominichi, Dominichi para los futboleros de la época. El otro, quizá sin esperarlo en sus primeros días en la ciudad, se convirtió en mito para la afición. Incluso para quienes no le vieron jugar. Fue Daniel Germán Onega, “el mejor” en El Arcángel -el original- para no pocos.
El centrocampista, un prestidigitador con el balón, vivió una primera temporada dura con el Córdoba CF: el club hubo de jugar promoción de permanencia para seguir en Segunda -todavía sin el apellido A-. Una campaña después quedó a un suspiro de devolver a la entidad blanquiverde a Primera. El reciente y tristemente fallecido Rafael Campanero, presidente entonces -y siempre-, dimitió tras confrontar con la RFEF (Real Federación Española de Fútbol) por lo que consideró favoritismo hacia el Sevilla -que sí ascendió, justo por delante del cuadro califal-.
Pero eso último es otra historia. Onega recaló en el Córdoba CF procedente de uno de los mejores clubes de Argentina, América y el mundo, el histórico River Plate. Y tras pasar también por otro grande de su país, el Racing de Avellaneda. Militó en el conjunto blanquiverde cuatro temporadas y no pudo celebrar el ascenso a una máxima categoría en España que los califales no recuperarían hasta 42 años después -de su última presencia en ella, no de la estancia del centrocampista-.
En 1977 dijo adiós. Y con el tiempo pareció que fue para siempre. Pero en septiembre de 2017 regresó a la ciudad. Y pisó el césped de El Arcángel, aunque fuera otro estadio -el nuevo renovado-. Fue el 17 de septiembre de ese año, cuando la previa de un partido de Liga, en Segunda -ya con el apellido A-, cuando recibió el merecido homenaje de la afición del Córdoba CF. Ese día recogí el momento en la contracrónica Que cuarenta años no es nada: Daniel Onega, la leyenda sigue en Cordópolis. Este lunes me apetece recuperar aquel texto.
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