
Basílica de San Vicente / RAFA ÁVALOS
CASTILLA Y LEÓN EN TRES RUTAS ESTIVALES (II)
Situada en el sur de Castilla y León, Ávila aparece para el visitante como un lugar por descubrir. Está marcada por el encanto de sus viejas piedras, la calma que ofrece -con cierta espiritualidad incluida- y la riqueza de su gastronomía. Tiene tres pilares básicos para permitir el mayor goce posible al viajero, por norma general más interesado en la tranquilidad y el aprendizaje que por otro tipo de actividades más comerciales -por así decirlo-. La ciudad sorprende de primeras, quizá porque, como ocurre en muchísimas ocasiones, se la identifica únicamente con su principal monumento. ¿Quién no sabe cuál es? Pero Ávila es mucho más que murallas.
La Muralla, que todavía cerca la originaria villa -su casco histórico hoy-, se levanta majestuosa cuando uno se aproxima desde extramuros. Sea cual sea el punto desde el que uno se acerca. No obstante, Ávila cuenta con muchos más atractivos monumentales y culturales y que merecen ser conocidos. Por algo es Ciudad Patrimonio de la Humanidad desde 1985. Sin ir más lejos, frente a la Puerta de San Vicente, una de las que dan acceso al núcleo antiguo -ya dentro del perímetro de la Muralla-, se sitúa la basílica homónima.

Aunque el templo, atrayente con un solo vistazo a media distancia, está erigido bajo la advocación de los Santos Hermanos Mártires Vicente, Sabina y Cristeta. Imponente se levanta como uno de los edificios románicos más interesantes de España, el segundo más importante de Ávila tras la catedral del Salvador. Visita ineludible, como la propia primera iglesia de la diócesis. Ahí sobresale el gótico. De hecho, el templo, también proyectado como fortaleza -lo que puede comprobarse en su ábside, construido como uno de los cubos de la Muralla-, está considerado el primero de ese estilo arquitectónico de España.
En el casco antiguo es posible disfrutar también de escenarios como el Torreón de los Guzmanes o la iglesia-convento de la Santa Teresa de Jesús, que se levanta monumental junto a la casa natal de la mística -también visitable-. El paso por el templo se completa en la Casa Museo de Santa Teresa de Jesús, dispuesta en la cripta. El recorrido por el casco antiguo abulense concede la oportunidad además de contemplar numerosas fachadas de edificios palaciegos o señoriales, como el de los Superunda. Éste alberga el Museo Caprotti, del artista de Monza (Italia) que tras viajar por España se afincó en la ciudad.

Otro espacio expositivo es el Museo de Ávila, con muestra arqueológica, artística y etnográfica -en Castilla y León existe esta colección, de carácter provincial, en todas las capitales-. Mientras, más allá de la Muralla sobresale el Real Monasterio de Santo Tomás. La visita en este caso, si es pausada e interesada, puede prolongarse durante un par de horas. El edificio cuenta con hasta tres claustros -lo que da cuenta de sus dimensiones- y alberga además el Museo de Arte Oriental y el Museo de Ciencias Naturales -no apto este último para aprensivos, pues es una amplia colección de taxidermia-.
Sin duda, el Real Monasterio de Santo Tomás es un lugar imprescindible para quien quiera conocer de verdad la ciudad. En su iglesia, por cierto, reposan los restos mortales de Juan de Aragón, el único hijo varón de los Reyes Católicos. Tampoco dejan de ser interesantes, extramuros, el convento de San José -el primero fundado por Santa Teresa de Jesús-, el monasterio de la Encarnación -también ligado a la mística- o las iglesias de San Pedro y Santiago -la segunda, con una torre campanario de planta octogonal-. Y hay más…

Yantar en Ávila
Como es lógico, entre paseo y paseo es necesario reponer fuerzas, como se suele decir. Nadie puede marcharse de la ciudad sin deleitarse con el sabor del chuletón de ternera avileña -así se le denomina, no con el gentilicio-. Bueno, a los vegetarianos se les da permiso. Un buen lugar para probarlo es el restaurante El Tostado, del Hotel Palacio de los Velada. También por su estupendo marco: precisamente, el Palacio de los Velada. Indispensables son también las judías de El Barco de Ávila, que se disfrutan en Alcaravea -donde también hay una fabulosa carne a la brasa-. Aquí, si se elige terraza, se come frente a la fachada principal de la Catedral.
Y no pueden dejar de probarse las patatas ‘revolconas’ con torreznos. Ni la conocida sopa castellana. Si es con huevo escalfado y jamón, muchísimo mejor. De postre… El casero en restaurante, cualquiera, es una delicia, pero igual que ocurre con el chuletón uno no puede despedirse de Ávila sin catar, o mejor aún sin salir cargado de ellas, las ilustres yemas de Santa Teresa. Un manjar dulce, que saben hacer magistralmente en Santa Teresa Gourmet -venta en Santa Teresa Shop & Café, en la plaza de Santa Teresa de Jesús, valga la triple redundancia-.
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