
Marcador del partido entre el Racing de Ferrol y el Córdoba CF de 1999 / TVG
Me recuerdo tumbado. Literal y metafóricamente. Yacía -en su primera acepción- en el verde del parque que colindaba el estadio. Sentía el peso de la derrota sobre mi cuerpo y lloraba desconsolado. Estaba tumbado, literal y metafóricamente. Mi padre emulaba la escena, o yo emulaba la suya, quién sabe. Ambos nos encontrábamos abatidos, en el subsuelo de las emociones. Desde el interior del campo llegaba vocerío. Normal, el partido no había terminado. El envite concluyó unos minutos después, pocos eso sí. La amargura nos destrozaba a más de mil kilómetros de casa.
El 12 de junio de 1999 supe más que nunca, incluso más que en mi primer partido -ésa es otra historia-, el duro destino que me aguardaba como fiel del Córdoba CF -“el Córdoba” en adelante-. El conjunto blanquiverde jugó ese día, un sábado inolvidable por desgracia, en A Malata. Se enfrentó al Racing de Ferrol. Fue en la tercera jornada de la promoción de ascenso a Segunda A. En medio de aquellas cruentas -es una licencia que me tomo- pero apasionantes “liguillas” que, pese a los sinsabores vividos, tanto añoramos algunos -quienes vibramos con ellas-.
Pero la historia comenzó un día antes. Yo era un niño de 14 años, abonado al club esa misma temporada aunque con otra de experiencia -a base de entradas- y algo más. Iba de la mano de mi padre, si bien la pasión por el blanquiverde nació de mí mismo. El punto de partida, entrada la noche, era el antiguo Ciro’s, en el Paseo de la Victoria -que también vi cambiar con el tiempo-. Era allí donde los autobuses, gratuitos entonces -y ya no era presidente Rafael Gómez-, partían hacia cualquier destino. Y en ese lugar iniciamos un viaje épico en cuanto a resistencia. Fueron 14 horas de ida y 14 de vuelta, sin jornada de hospedaje entre medias.
La expedición, amplísima, la conformaban personas de todas las edades y los dos géneros. El Córdoba sumaba tres puntos de seis y quedaban doce por disputar. Había muchas opciones de lograr el ascenso anhelado. Desde 1983 el conjunto blanquiverde no militaba en Segunda -con el apellido A desde 1977-. Aunque el Cartagonova y la Cultural Leonesa, los otros dos rivales, gozaban de mayor favoritismo. Nos importaban un pimiento los pronósticos en relación a la “liguilla”. Soñábamos con el salto, al fin, a la categoría de plata.

Ferrol esperaba con temperatura alta pero soportable -nada comparado con lo que padecemos en Córdoba-. Recuerdo la efigie ecuestre de Franco blanquecina por las heces de las palomas. Y el café flambeado que tomó mi padre. Pero mucho más recuerdo el cansancio, que casi dolía, ya antes del partido. El conjunto blanquiverde había viajado ese mismo día, lo que, de no saberlo, pudo adivinarse durante los 90 minutos de juego. La ilusión, aun así, seguía en lo más alto entre la afición. No varió en negativo el estado de ánimo en el fondo en que nos congregábamos.
El primer tiempo terminó con empate a cero, de forma que la aspiración era máxima al descanso. Sin embargo, en el minuto 53 un gol en contra rebajó la expectativa de los que habíamos recorrido más de mil kilómetros -y debíamos recorrer otros más de mil-. No imaginábamos en ese instante que vendría lo que vino. El Racing de Ferrol pasó por encima del Córdoba, que era un títere sin nadie que manejara sus hilos. Otro tanto del cuadro gallego, y uno más… éste en propia puerta de Juanito. Así hasta un 5-0 que resultó devastador. ¿Cómo no íbamos a terminar mi padre y yo tumbados, literal y metafóricamente, junto al estadio A Malata? Incluso antes de acabar el partido.
Me acuerdo al escribir de la desolación de los centenares, algún millar, de aficionados del Córdoba al subir a los autobuses. Restaban otras 14 horas de viaje y sabíamos roto de nuevo, yo casi de primeras, el sueño del retorno a Segunda A. Era casi imposible lograr el ascenso. Sobre todo porque otro rival, el Cartagonova, sumaba ya ocho puntos y todavía no nos habíamos enfrentado. El viaje fue una tortura, pero lo que no pensábamos -si no la totalidad de la masa social, la inmensa mayoría- es que sólo sería una tortura antes de. Porque el conjunto blanquiverde regresó de una vez por todas a la categoría de plata. Pero ésa, de nuevo, es otra historia…

ALGUNOS DATOS
- El Córdoba compitió de inicio con Leiva, Nandi, Juanito, Soria, Clavero, Pedro Aguado, Rafa Fernández, Ramos, Óscar Ventaja, Espejo y Loreto. También jugaron Quero, Lanza y Rafa Navarro.
- Luis César Sampedro, que volvió a enfrentarse al conjunto blanquiverde como entrenador, era ese día el portero suplente del Racing de Ferrol.
- Titular con el conjunto gallego fue Selu, que años después vistió la elástica del cuadro califal: llegó a El Arcángel en 2004 y sufrió el descenso a Segunda B de la temporada 2004-05.
- Antonio Tarrío, delantero gallego de moda que en ese partido brilló y marcó, falleció poco más de un año después con sólo 26 años como consecuencia de una enfermedad hepática.
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