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ALERTA: SPOILER
El desenlace es, probablemente, uno de los más duros de las muchas -cada vez más- y distintas series del panorama internacional. De hecho, resulta muy difícil de asimilar. Sobre todo si uno se adentra demasiado en la historia. Indudablemente si siente una particular empatía con alguno de sus personajes. Con uno en concreto, me atrevería a decir, ya que con es complicado registrar un mínimo aprecio por el resto. Lo cierto es que, al suponer el punto final de la ficción, es el cierre más apropiado. Más si cabe en el contexto en que se desarrolló todo durante las cuatro temporadas de Succession.
De entrada, existe poca duda en relación a la calidad de la serie. Quien la haya visto con gusto, le habrá apasionado. He aquí un servidor. Un nivel mantenido a lo largo de sus 39 capítulos, aunque con peros. El cuarto y último tramo transcurre con un ritmo menos vertiginoso que los anteriores, y eso es un apunte negativo al ser la fórmula de narración uno de sus grandes puntos fuertes. Por momentos se hace tediosa la línea argumental y cuesta mantener plena la concentración. Aun así, el drama familiar con tintes de comedia negra creado por Jesse Armstrong es una obra notable.
Haber alcanzado el grado sobresaliente estuvo muy cerca. Como pasar al historial de las mejores series o más recordadas de todos los tiempos. Está entre las muy buenas, pero queda lejos de otras como The Wire o A dos metros bajo tierra –con la segunda, disculpas por mi parcialidad-. En cualquier caso, Succession es otro magnífico trabajo de HBO y un ejemplo más -indiscutible- de que la cadena no tiene rival en esto de contar historias por capítulos. Aun cuando, antes de la temporada final, cuenta con su tiempo de dispersión o menos atrayente.
Sobre el desenlace, que es un poco lo que sustenta este artículo… A pesar de sus 84 años y de los problemas de salud que le condicionaron en determinadas fases, Logan Roy muere de forma sorpresiva. Tanto por repentina como por la forma en que sucede dentro del guion. Quizá la intención fuera demostrar que los magnates son humanos y pueden irse al otro barrio como un servil. Lo primero tras ese hecho es reponerse y asumir que uno de los mayores activos de la serie ya no está –joder, Brian Cox es la vida siempre-. Lo segundo es comprender que la guerra por la sucesión (Succession) del emperador de los negocios de Estados Unidos entra en sus batallas finales.

Y el conflicto es mayúsculo, aunque se pierde bastante en el exceso de determinadas tramas secundarias. Como la de Siobhan Roy y su marido, Tom Wambsgans. Sigue ahí el insufrible Lukas Matsson, cuya personalidad se describe muchísimo más en la última tanda de capítulos. Conocerle mejor, le hace todavía más insoportable. Pero es que en eso consistió la ficción: en observar a un catálogo de personas despreciables. A excepción, al menos para un servidor, del doliente Kendall Roy. Precisamente él es… hasta ahí se puede leer. Con un spoiler es suficiente.
La genialidad de la serie es precisamente ésa. Ver a quienes están en la cúspide de la sociedad con comportamientos de indefinible bajeza. Contemplar un conjunto de personajes muy variopintos pero, todos, de escasa honorabilidad. Desde los jefazos, con Logan a la cabeza, a los que defecan y permiten que defequen en su dignidad con tal de seguir en la cima. A todo ello se añaden una estupenda relación de planos, un brillante montaje y unas sensacionales interpretaciones. Esto último, hasta el punto de ser motivo de debate entre compañeros de elenco.
«El resultado que obtiene siempre es bastante tremendo. Sólo me preocupa lo que se hace a sí mismo. Me preocupan las crisis a las que se somete para prepararse. […] Simplemente siento que tiene que ser más amable consigo mismo», expresó hace unos meses Brian Cox (Logan Roy) sobre Jeremy Strong (Kendall Roy). Y Cox de esto algo sabe. Se refería al método de entrar en el papel que utilizaba su hijo ficticio. Los demás, como espectadores, a disfrutar de la actuación de Strong. Por cierto, el final de Succession convierte a Siobhan Roy en el personaje más detestable de todos. Al menos para un servidor. No digo más. Le otorgo un 8 creo que justo y merecido.