
Tres aspectos son fundamentales en cualquier ficción audiovisual. El primero de ellos es el guion, pilar maestro de toda producción. Después se encuentra la interpretación, que si no es acertada puede acabar incluso con el mejor de los textos. Y por último, es esencial un buen trabajo técnico. Esto es, que el sonido sea adecuado, que la imagen resulte buena… Lo cierto es que no siempre, menos veces de las debidas de hecho, esos tres planos coincidan positivamente. Sí ocurre en La torre, una serie británica de pequeñas dosis.
Precisamente lo más destacado en este caso es que los detalles referidos se cuidan a la perfección. No necesita más. Sus creadores, Patrick Harbinson al guion y Jim Loach en la dirección, no hacen alardes. Y es un hecho digno de reseñar y admirar. Dicha circunstancia, por cierto, no viene a significar que el desarrollo argumental sea simple o, como mínimo, sencillo. Todo lo contrario. Quiere decir, únicamente, que cuando la historia es buena, sobran los artificios. Esta ficción es un clarísimo ejemplo. Además, suma una gran fotografía y una notable labor de sus intérpretes.
Cabe señalar, antes de continuar, que se trata de la adaptación de una obra literaria. En concreto, supone el traslado a la pantalla de la trilogía La torre de Kate London. Su primera temporada refleja el libro inicial de la saga, Post Morten, mientras la segunda hace lo propio con la continuación, Death Message: A Collins and Griffiths Detective Novel. Hecha la aclaración, el espectador se enfrenta en esta ocasión a siete capítulos en dos tandas de tres y cuatro, respectivamente. Por si fuera poco, ningún episodio se acerca a los 50 minutos de duración.
Los autores de la ficción apuestan por una narración escueta pero precisa. Al tiempo, exigen una concentración máxima para no perderse. En cualquier caso, se presenta una trama principal con diversas secundarias sobre varias investigaciones policiales. Todo comienza con la muerte de un veterano agente y una joven de origen árabe tras la caída de ambos de la elevadísima azotea de la Torre Portland, en Londres. A partir de ahí, la protagonista, Sarah Collins, y su compañero, Steve Bradshaw, se adentran en un complejo escenario de intereses y corruptelas.

No es una historia policíaca sin más. La torre va mucho más allá y muestra puntos tan oscuros pero frecuentemente sepultados en la sociedad como el racismo. Porque en el origen se produce un choque en este ámbito, el cual determina los hechos posteriores. También la falta de honestidad que en ocasiones existe en las instituciones, en este caso en la Policía. La sombra se cierne sobre el agente fallecido y también sobre su compañera, una joven novata. El oficial al mando de ambos actúa para ocultar detalles sobre la verdad de lo ocurrido.
En su primera temporada, la resolución del asunto no es la conveniente debido a las injerencias. Todo queda abierto para una segunda temporada en la que, sin embargo, la trama principal queda en un segundo plano. Sarah Collins y Steve Bradshaw, cuya relación se enfría al extremo, cambian su posición dentro de la Policía. Ella encuentra su lugar en Homicidios, donde casualmente trabaja él. El acercamiento entre ambos es pausado, si bien deriva en una vuelta a la normalidad entre una y otro. Dos son los casos en investigación a lo largo de la segunda tanda de capítulos.
Y la serie vuelve a ofrecer una visión crítica de circunstancias reales. El machismo es el ángulo en que se unen las líneas. Por un lado, un hombre asesina a su mujer, de lo que culpa a la agente novata en la primera temporada, que ya no lo es. Y secuestra a su hija. Por otro, Collins revisa un una desaparición acontecida 25 años antes. Es un asesinato y tiene lugar en el marco de actuación de un individuo que abusaba de sus alumnas. El cierre de este ciclo de episodios vuelve a dejar abierta la historia, en teoría para que en un nuevo regreso acabe por esclarecerse el expediente original. Es decir, debe haber una tercera tanda, quizá definitiva ya. Porque resta un libro por trasladar a la pantalla. A todo esto, el personaje que completa el triángulo protagónico, si es que así se puede considerar, es Lizzie Adama.
Acerca de la producción, allende el guion, ésta goza de una calidad notable por todo lo expuesto al principio. La historia es buena y su exposición, también. En el plano de la interpretación, sobresale, sin duda, Gemma Whelan en el rol de Sarah Collins. Su cara es conocida por el gran público fuera de Reino Unido gracias a Juego de tronos, serie en la que dio vida a la ruda Yara Greyjoy, o Killing Eve. Recomendable es verla en Los crímenes de Essex, un excelente true crime de Reino Unido. Las notas negativas de La torre son su ritmo, a veces demasiado lento, y la complicación de la trama.