
ALERTA: SPOILER
Sinopsis
Desarrollada en tiempo real, sigue una sola tarde en la vida de una profesora de primaria mientras organiza una reunión con mujeres afines. Cuando el grupo se dirige a casa, la profesora se encuentra con una mujer de su pasado, lo que da lugar a una volátil cadena de acontecimientos.
En la imagen se observa una tarta con una esvástica. Al menos, así es en el cartel de la película en España. La cruz gamada, que irremediablemente evoca al Partido Nazi, aparece deformada. Una mano recoge un trozo de pastel. Con esta fotografía, el título del filme cobra más sentido si cabe. Y no engañan ni el nombre en su traducción ni la estampa. Básicamente porque odio hay mucho.
Desde el principio, el largometraje acumula aspectos que, cuando menos, resultan de interés. No todos son positivos. Sin duda, el más llamativo es el plano secuencia que guía al espectador en toda la película. Es como una especie de homenaje muy heavy a Alfonso Cuarón, que, por otro lado, tiene en su filmografía estupendos montajes de este tipo. Una hora y media sin cortes entre escenas puede ser agotadora. Por tanto, es poco favorecedor ese detalle. Aunque cumple su objetivo: genera angustia.
También causa esa sensación de ansiedad la acción. No es por un ritmo vertiginoso sino por el relato, lo que se cuenta, que es estremecedor en muchos instantes. Esto es un grupo de mujeres promueve una asociación llamada Hijas por la Unidad Aria. Como suena. Ocurre en Estados Unidos, de forma que no falta la mención al infame Ku Klux Klan. La directora, que firma el guion en su ópera prima, procura un retrato de parte de la sociedad, ésa que se adhiere a discursos conservadores y supremacistas. Es una pulla al movimiento ideológico de Donald Trump, al que curiosamente no se nombra.

Lo que en inicio es un encuentro de mujeres enfadadas con el mundo se convierte con el transcurso de los minutos en un despropósito criminal. Las individuas, lideradas por una profesora de parvulario, cometen un asesinato y una tentativa. Esto no último no se conoce hasta el final del filme. Así concluyen sus fechorías, que arrancan en lo que debía ser una broma de mal gusto en una casa ajena. Todo con un trasfondo racial, claro. Precisamente los acontecimientos provocan más inquietud y zozobra.
De vuelta a eso de los aspectos interesantes, el segundo es sobresaliente. Los hechos tienen lugar en tiempo real, una apuesta arriesgada pero gratificante si el resultado es bueno. Y en este caso lo es. Siempre levanta el ánimo disfrutar de una narración de ese tipo. Son dos puntos clave de la película, estos del apartado técnico. En cuanto a la interpretación, por momentos puede considerarse que existe sobreactuación. Sólo es un efecto del incremento de gravedad en los actos, lo que resta credibilidad a una atrayente historia.
Puede que lo que se represente sea cierto en el fondo, pero las formas desdibujan el mensaje que se desea lanzar. Éste no es otro que la facilidad con que se expanden las posturas extremistas y la degeneración de las mismas en violencia. La realidad se exagera, lo que quizá ocasione rechazo en el espectador. Con todo, el largometraje consigue lo que pretende. La repulsión y el pánico se compaginan. Y Sarah Pallin, con punto de cruz en comparación con las tipas. Esto sí es terror, sin necesidad de recurrir a monstruos, ni espíritus ni asesinos sobrehumanos.