
Sinopsis
Urania Cabral es una inteligente abogada de Manhattan que vuelve a República Dominicana 30 años después de marcharse. Allí se enfrenta a sus fantasmas y a las circunstancias que cambiaron su vida por completo cuando era una adolescente y Rafael Leónidas Trujillo gobernaba la isla con mano de hierro. Después de que Urania se enfrente a su pasado, nada en el presente o futuro volverá a ser lo mismo.
Aunque los personajes principales son otros, el villano es el auténtico protagonista. Sin su figura no habría existido la película. Tampoco se habría escrito y publicado el libro del que surge el filme. De hecho, la Historia no contaría con diversos capítulos, sobre todo en el contexto latinoamericano. Porque la narración, en papel y en la pantalla, lo es sobre hechos que realmente sucedieron. Hubo un tiempo, tres décadas en que un individuo tiranizó República Dominicana. Ese país sufrió sobremanera los designios de un ególatra de turno. Fue Rafael Leónidas Trujillo, asesinado el 30 de mayo de 1961.
Precisamente, el magnicidio y el complot para su perpetración son los acontecimientos que en su momento, en 2000, originó una magnífica novela. Mario Vargas Llosa llevó a la ficción aquellos días de comienzos de los sesenta del siglo XX. En una especie de extensa crónica, al estilo de una estupenda obra anterior de Gabriel García Márquez, Noticia de un secuestro (1996), el escritor peruano describió los actos que terminaron por cambiar la historia de República Dominicana. Lo hizo con una prosa genial, con un relato perfectamente desarrollado.
Todo se cuenta, tanto en el libro del premio Nobel -galardón otorgado en 2010- como en el largometraje, a través de las vivencias de Urania Cabral, un personaje inventado. Y de su padre, Agustín Cabral, apodado Cerebrito y que perdió el favor de Trujillo tras ser uno de sus más próximos colaboradores. Por supuesto, sus experiencias están en relación con la exposición de la personalidad del tirano, al que Vargas Llosa realizó un perfil excelente. Con él, cualquiera, incluso sus más allegados, corría el riesgo de ser tenido como un insurgente. Mientras, abusaba en otros aspectos.

Al dictador se le conoció como el Chivo por su carácter de depredador sexual. Esto es lo que une a Trujillo con los Cabral. En cualquier caso, la novela es una de las mejores de la literatura actual que el lector puede disfrutar. Más aún si se posee inquietud por la Historia en general y de Latinoamérica en particular. No puede decirse lo mismo de la película, pese a que la narración se traslada al cine bastante fielmente. Pero no es suficiente esa lealtad con el texto del peruano. Quizá sea por el impacto que genera la obra original o quizá sea porque el guion no es todo lo bueno que podría. Lo cierto es que al filme es una continuación de La casa de los espíritus.
Quien ha leído la novela de Isabel Allende y ha visto el relato en la pantalla sabe muy bien a qué viene esa referencia. Para aquel que no, existe un paralelismo entre ambos casos: un extraordinario libro se transforma en un largometraje ordinario. Aun cuando intervienen intérpretes como Isabella Rossellini o Paul Freeman -probablemente es la suya la mejor actuación-, además de otros como Juan Diego Botto, en referencia a La fiesta del Chivo. De entrada, la fotografía no es la idónea: el color es vivo pese a que los hechos son sombríos. A esto se unen otros detalles, como la débil presentación de la mayoría de los personajes.
Resulta difícil conocer a los conspiradores, más allá de los motivos para serlo. Y lo que es peor, queda desdibujado el protagonista, que es el antagonista de los demócratas. Trujillo aparece como un déspota, que lo era; como un repulsivo agresor sexual, que lo era, con menores de edad incluso; como un anciano con cada vez menos adhesión, que lo llegó a ser. Sin embargo, su peor versión, la del genocida, la del todopoderoso vil, no es perceptible. Es posible que todo ello sea consecuencia de una desacertada línea argumental, de un inapropiado desarrollo. La película alcanza el aprobado, pero de forma muy ajustada. Por si todavía cabe una mínima duda: la novela supone una gozada, el filme es un añadido prescindible.
Por si quieres saber más de Rafael Leónidas Trujillo…
Trujillo, dictador a golpe de machete
(Reportaje de Diego Carcedo en La Vanguardia, 16-08-2020)